Noticias de la Cámara
El nombre y la cosa
25/02/2016
José María Bové economista, abogado y presidente de HLB Bové Montero y Asociados, publicó el pasado jueves 18 de febrero un artículo de opinión en La Vanguardia en el que alerta de que detrás de la figura del emprendedor se oculta el riesgo de fomentar actitudes oportunistas en detrimento de los empresarios que trabajan para el largo plazo. Puedes consultar aquí mismo su escrito.
Si convenimos que de la iniciativa privada depende en buena medida el progreso económico de un país y aceptamos que todo lo que conlleve incremento de ocupación y creación de nuevos puestos de trabajo es positivo, no podemos más que aplaudir a quienes optan por constituirse en dueños de su devenir profesional.
Establecida la premisa, apliquemos el matiz. Para ello, pensemos en la dicotomía emprendedor-empresario. En nuestra opinión, la divergencia semántica de ambos términos no es tanto deudora del grado de experiencia de quien impulsa un proyecto empresarial propio o de su edad biológica como de la asunción de determinados valores -lo han adivinado: esfuerzo, constancia y compromiso-, en combinación con una mentalidad de largo plazo y ajena a la especulación.
Situados en estas coordenadas, parece razonable defender todo aquello que va en detrimento de una concepción empresarial oportunista que en ocasiones se manifiesta en forma de proyecto poco definido y hasta mutante según las circunstancias y las conveniencias de cada momento. Una concepción, cabría añadir, que incluso puede aprovechar ciertas distorsiones provocadas por una suerte de paternalismo en forma de subvenciones e incentivos públicos para superar con holgura las primeras fases del negocio y para, a continuación, hacer la competencia -desleal, a nuestro modo de ver- a proyectos empresariales consolidados que no han podido beneficiarse de ventajas financieras o fiscales análogas.
Nuestra percepción es que en los últimos tiempos ha gravitado alrededor del concepto de emprendedor una masa ingente de partículas -en forma de opinión pública y publicada- que han acabado por adherirse al debate político y que han sesgado el desarrollo legislativo en nuestro país. ¿Vivimos una nueva burbuja, como tantas otras acaecidas desde los tiempos de los tulipanes cultivados en los Países Bajos? El tiempo lo dirá.
Mientras tanto, la contraparte de esta encarnación cuasi mistificada en la que hemos convertido al emprendedor, esto es, la figura del empresario, quizá no ha recibido toda la atención que debiera por parte del legislador atendiendo a su evidente y loable función económica y social.
Siendo propositivos, echamos en falta una verdadera estrategia de país para determinar qué sectores económicos pueden contribuir a la consecución de un modelo productivo competitivo. Y ante veleidades mistificadoras, señalar que el nombre -quizá- no hace la cosa.