Noticias de la Cámara
Román y Asociados lanza una nueva publicación digital llamada Financial Digest
12/03/2019
Desde el departamento de comunicación financiera de Román y Asociados han la primera edición de Financial Digest, una newsletter de carácter trimestral en la que abordarán temáticas financieras de actualidad desde una perspectiva que aúne análisis, pedagogía y rigor.
En busca especialmente de este último atributo, cada número incorporará la opinión de un experto. En esta ocasión, y para navegar por un tema tan complejo y multifacético como el Brexit, habla con Adam Austerfield, Director de Desarrollo Global de la London School of Economics (LSE) y Vicepresidente de la Britsh Chamber.
Es difícil escribir algo concreto sobre Brexit en un contexto en que la situación no deja de cambiar. Pero, mientras sigue alargándose la negociación, muchos de quienes integramos la London School of Economics and Political Science (LSE) estamos intentando realizar aportaciones rigurosas y basadas en la investigación a un debate que va de lo más personal (“¿podré traer mi perro de vuelta al Reino Unido?”) a lo más global (volatilidad potencial de las divisas británica y europea, nuevos y complejos acuerdos comerciales, problemas de estabilidad política...).
En ese contexto, nuestra investigación –vehiculada a través de las opiniones de los expertos que colaboran en el LSE Brexit Blog y del análisis cuantitativo del Centre for Economic Performance– demuestra que, sea cual sea tu postura ante el Brexit, cabe esperar que en el corto y medio plazo pasen más bien pocas cosas. Es cierto que el CEP estima que, si el Reino Unido abandona la UE sin un acuerdo, el PIB per cápita británico se reducirá entre un 3,7 y un 8,4% en un periodo de diez años, en función de lo que tarde en adaptarse a su nuevo estatus. Pero, con el acuerdo actualmente sobre la mesa, esa reducción sería de entre un 1,9 y un 5,5%: de nuevo, una horquilla muy amplia, dada la considerable imprevisibilidad sobre cuáles serán los choques externos e intracomunitarios y qué avances políticos y económicos se producirán una vez consumada esa salida.Esos datos apuntan además a la importante resiliencia estructural de la economía británica en el medio y largo plazo. No en vano, la del Reino Unido ha sido durante décadas una de las economías avanzadas más flexibles e internacionalizadas –por bien que más del 40% de sus exportaciones tenían por destino a la UE, el origen a su vez del 53% de sus importaciones–, de modo que el país debería seguir siendo un importante centro global de excelencia en diversos campos incluso después del Brexit. Y es que no pueden deshacerse de la noche a la mañana siglos de excelencia en áreas como la educación (escolar y universitaria), los servicios financieros, la industria y el turismo de alta calidad o toda una red global de negocios: se trata de activos demasiado enraizados, que cabe esperar que retengan un valor significativo en el largo plazo.
Por último, no debemos olvidar que mientras la UE y el Reino Unido llegan a un acuerdo y lo despliegan, el resto de economías globales siguen desarrollándose a gran velocidad. O, dicho de otro modo, que mientras los británicos y los europeos seguimos profundamente distraídos –y, en ocasiones, directamente obsesionados– con una cuestión, en definitiva, doméstico-regional, países como India o China juegan un papel cada vez más relevante en la economía y la geopolítica global. Como decía uno de mis colegas de la LSE, mientras los trabajadores franceses reclaman una semana laboral de 35 horas, los indios inventan la jornada laboral de 35 horas. Así que, mientras el Brexit pasa de la teoría a la práctica y esa transición altera el devenir de las empresa británicas, españolas y europeas, no debemos dejar de mirar al resto del mundo porque ese resto del mundo también nos mira.